lunes, 18 de junio de 2007

Globalización académica, estudios culturales y crítica Latinoamericana

Nelly Richard*


Habría una dimensión –extendida– de cultura según la cual este término
abarca el conjunto de los intercambios de signos y de valores mediante los cuales
los grupos sociales se representan a sí mismos y para otros, comunicando así sus
particulares modos de identidad y de diferencia. Frente a la amplitud de esta noción
antropológico-social de la cultura, se recorta una dimensión más restringida que remite
lo cultural al campo profesional (artístico, intelectual) de una producción de formas
y sentido que se rige por instituciones y reglas de discurso especializadas, y que
se manifiesta a través de obras (el arte, la literatura) y de debates de ideas que giran
en torno a las batallas críticas de lo estético y de lo ideológico. Una tercera dimensión
de uso de la palabra "cultura" se encuentra hoy funcionalizada por las redes de
transmisión industrial del mercado de los bienes simbólicos: esta dimensión –familiar
al vocabulario institucional de las "políticas culturales"– se preocupa sobre todo
de las dinámicas de distribución y recepción de la cultura, entendiendo esta última
como producto a administrar mediante las diversas agencias de coordinación de recursos,
medios y agentes que articulan el mercado cultural.

Estas tres dimensiones de la palabra "cultura" (la antropológico-social, la
ideológico-estética, la político-institucional) pueden mezclarse complementariamente
o bien contraponerse polémicamente en los análisis de cómo se expresan
los imaginarios simbólicos, según el modo en que estos análisis prefieren colocar
el acento, sea en el rol de la cultura como conformadora de un ethos que fija las
identidades sociales y raciales (patrimonio, tradiciones, folclore, etc.), o en la
fuerza de alteridad-alteración de las rupturas deconstructivas de las obras más experimentales
del arte y de la literatura; sea en los mecanismos de reproducción de
las leyes de campo de la cultura universitaria, o en las líneas de fuga que desvían
estos mecanismos hacia la transversalidad de intervenciones extra-académicas;
sea en la lógica globalizadora de la massmediatización cultural, o en los pliegues
de resistencia opaca que desuniforman la gramática del mercado con nuevas poéticas
de la subjetividad (García Canclini, 1989)1. Estos acentos diversos, y a menudo
contrarios, que cruzan la serie "cultura", no sólo se despliegan en la exterioridad
de lo social, sino que también atraviesan el campo de las teorías y de los
estudios culturales que se encargan de analizar sus desplazamientos y transformaciones
bajo el impacto de las complejas mutaciones económicas y sociocomunicativas,
pero también académico-disciplinarias de este fin de siglo.

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